Y es como si hubiéramos naufragado y todos pedaleáramos o hiciéramos diferentes movimientos para mantenernos a flote y uno nos dijera que para allá está la costa y que ya falta poco para alcanzarla, y otro, al mismo tiempo, nos dijera que no, la costa está para el otro lado y un tercero lo mismo, y un cuarto, y se escuchara un gran vocerío indicando diferentes rumbos y anunciando la proximidad de ella cuando uno sabe, se da cuenta, de que no hay costa porque las costas no existen y que el movimiento solo nos alcanza para no irnos a pique.

1 comentario:

Mariela Torres dijo...

Interesante e inquietante reflexión.