Nunc, nunquam.

 Estas dos palabras latinas son hermanas, una significa ahora, la otra, nunca. Busqué la etimología de ambas pero por desidia o falta de interés a poco andar deseché de la idea. Hasta allí no había encontrado relación alguna.
 Sin embargo, las hallo muy parecidas y me permito una sospecha. Para los romanos, hombres de continuas guerras, guerreros, el ahora y el nunca en la batalla podían significar lo mismo, matar o morir era la oportunidad del ahora o nunca.
 El presente también lo expresa. Elegir un camino es desechar otro y el ahora de uno puede ser el nunca del otro. Pienso en una carrera universitaria, en un oficio, en un amor o familia. Se puede regresar al pasado pero ya no será igual: la aldea, la ciudad, el pueblo y hasta uno mismo

Caminando

El futuro es el paso que se viene, el paso que se fue.

El lenguaje.

Es como una tarjeta que te insertan de chiquito. Podés aprender otro idioma o tener dos o tres lenguas, pero igual es como si cambiaras de chip. Siempre vas a rondar en ese idioma tratando de enteder las cosas; y la realidad se te va a escapar por las rendijas. O, tal vez, vas a construirte tu propio mundo que se va a dar de narices, cada tanto, contra el piso.

Un flaco alto de pelo largo.

Un flaco de ahí a la vuelta, enfrente del kiosco de Cachito -me lo contó Graciela-, dice que él es Dios, o mejor dicho, el hijo de Dios.

El latín.

 Este idioma es genial. Desde siempre los romanos creyeron que el beneficio y la ganancia era un botín. Fíjense si no la traducción de la palabra latina praeda

Noun

praeda (genitive praedae); f, first declension



plunder, spoils of war, booty

prey, game taken in the hunt

gain, profit

Declaración de distancia.

Yo siembro dudas y eso molesta. La cultura, sea de izquierda o de derecha, afirma, da esperanzas y para eso hay un gran público y ya todos aplauden y compran y hacen clic en me gusta. Nos encanta que nos digan cosas lindas o que la culpa la tenga otro. Nos encanta repetir las palabras, volver sobre las mismas ideas pensadas hace cien años o doscientos. A nadie le gusta que le digan que lo que chorrea del bife no es jugo sino sangre y menos aún que un poroto, una lenteja o una nuez sean fetos. No, no, para eso sirve la ideología humana, sus palabras, para protegernos de la realidad y prometernos un destino aséptico e impalpable aquí en la tierra como en el cielo.
 Porque la razón que todo destruye nos salvó de la selva pero nos devolverá a la jungla.
Como me decía mi mamá: deja de pensar en esas cosas, mejor es no pensar en nada. Ella me quería.
 Sé que estoy solo, pero es mi verdad. No me asusta el silencio.

La palabra

El lenguaje también es una red donde la realidad se nos escapa como el agua.


Trabajemos en red, dicen los buenos amigos.

Sí, pero la red también es una trampa.
Después de cuatro días de lluvias sin sosiego las aves llaman a gritos a que se abra el cielo.

Esencia y diferencia

El pensamiento occidental ha hecho de una diferencia una esencia. Por ejemplo, se dice que el hombre es esencialmente diferente a un animal porque tiene la razón.
 Pero el hombre es un ser vivo, animal, mamífero. vertebrado, etc. etc., igualito al mono o a la jirafa, come, deglute, se reproduce, expulsa sus desechos: en suma, somos esencialmente iguales a ellos con la sola y única diferencia de la abstracción que nos permite expulsarlos de su hábitat y alojarlos en una jaula.
 Los estudios genéticos han revelado, sin ofender a nadie, que solo ínfimas diferencias nos separan del ADN de una rata.
En el plano de las especies opera de forma similar la ideología del hombre. Si hemos discriminado al negro por su color, ¿por qué no hacerlo con el mono o el surubí manchado para justificar nuestro reino?